La Leyenda de Gorra Roja
Algunos de los castillos en ruinas que adornan la frontera entre Inglaterra y Escocia acogen a un inquilino tan siniestro como su pasado. Se trata de un maléfico duende, el más sanguinario de cuantos aparecen en el folclore británico, llamado Gorra Roja.
Gorra Roja
(Redcap en inglés) es bajito y corpulento, y posee una larga melena de
pelo gris. Parecería un inofensivo anciano de no ser por sus ojos,
brillantes como ascuas, y porque en lugar de manos tiene dos garras como
las de un águila. En los pies viste unas botas de hierro, a pesar de lo
cual se mueve con gran rapidez, y a veces porta en su mano izquierda
una vetusta pica digna de anticuario. Se cubre la cabeza con una gorra roja, cuyo color renueva tiñéndola periódicamente con la sangre de sus víctimas.
A Gorra Roja
no se le puede combatir mediante las armas o en una lucha cuerpo a
cuerpo, pues su destreza y su fuerza son tales que ningún humano es
capaz de vencerle. Se le puede exconjurar, eso sí, recitando algunas
palabras de la Biblia o mostrándole una cruz, como si fuese un vampiro. Entonces desaparece, dejando atrás uno de sus dientes, largos y afilados.
Según la tradición, durante la Edad Media, y por un corto periodo de tiempo, Gorra Roja
sirvió como espíritu familiar al tiránico Lord William Soulis, quien a
finales del siglo XIII intento hacerse con el trono de Escocia,
conspiración que fue desbaratada por el legítimo rey y supuso el ocaso
de la otra poderosa familia Soulis.
La última vez que William abandonó su castillo, el castillo de Hermitage, encomendó a Gorra Roja las llaves de su cámara subterránea, aquella en la cual hablaba con los espíritus
y guardaba sus utensilios de nigromante. Tras arrojar las llaves sobre
su hombro izquierdo, le encargó que las guardase hasta su vuelta, la
cual nunca se produjo. Fiel a su amo durante siglos, cada siete años, Gorra Roja abría la puerta de aquella mazmorra temida por los lugareños, aunque es posible que haya renunciado ya sus obligaciones.
John
Leyden cuenta que en el siglo XIX el conde de Dalkneith, acampando
cerca del castillo de Hermitage, ordenó limpiar de maleza la entrada que
conducía a la cámara subterránea de Lord Soulis. Durante las
operaciones fue encontrada cerca de la puerta una oxidada llave de
hierro que todos los presentes estimaron ser la misma que el noble había
entregado al duende.
Si Gorra Roja
la abandonó por voluntad propia o por fuerza mayor es una pregunta a la
que probablemente nunca obtendremos respuesta. Junto a los huesos de
Lord Soulis fue enterrado su libro de encantamientos, obra del célebre
Miguel Escoto, según afirma Walter Scott. Sin sus arcanos conjuros, nos
tememos que el salvaje Gorra Roja no volverá a obedecer
la voluntad humana ni podrá ser reducido de forma definitiva. Hasta que
esto suceda, lo más seguro es permanecer alejado de las ruinas que
guardan la frontera de Escocia, en apariencia tan tranquilas.
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