#RELATO #LEYENDA El charro - Leyenda de Ciudad de México


Allá por las afueras de la Ciudad de México, con dirección a Toluca, se encuentra uno con los arbolados cerros y bosques ahora muy visitados y cuyo parque nacional más conocido es el de “La Marquesa”. Ahí cuentan que en ciertos pueblos aledaños se hablaba de un charro que ocasionalmente cabalgaba esos lugares y el encuentro con este personaje era tan inesperado como enigmático.

En alguna ocasión, una señora a la que llamaban para auxiliar a las mujeres cuando iban a dar a luz escucho que tocaban su puerta insistentemente. Ya era entrada la noche, por lo que abrió la puerta con cierta reserva, pero grande fue su sorpresa al encontrarse con un hombre vestido de charro, que le pidió que le acompañara para ayudar a parir una mujer. La señora tomo su rebozo, se encomendó a la santísima Virgen y después de montar en el caballo que estaba amarrado de la rama de un árbol afuera de su casa, acompaño al jinete a donde este la llevo, rezando un rosario por el camino.

Siendo la noche, la señora no reconoció los rumbos por donde el mencionado personaje cabalgo, y llego a un jacalito sencillo donde había varias señoras y la futura madre que con quejas y lamentos se aguantaba los dolores de las contracciones por el futuro parto. Ella, le dijeron, era la esposa del charro. La señora partera, conocedora de estos menesteres, hizo lo que siempre a la futura madre, la bañaba, refrescaba su frente con una tela. Fue pasando la noche, las señoras ayudaban a la mujer metiéndola a la bañera, respirando, luego la futura madre se dormía entre contracción y contracción, hacia ruidos, jadeaba, etc. La señora partera deambulaba por la casa, el charro la acompañaba afuera cuando ella salía y preguntaba cómo iban las cosas.

En un momento la partera salió del cuarto a refrescarse un momento, y le explicaba al charro “se me hace que él bebe esta por la mitad de la cabeza, le falta poco para salir”.

Las otras señoras continuaron buscando posiciones cómodas para la señora del charro, y luego estuvieron platicando de la ropita que ya tenían para el niño y de lo mucho que lo esperaban y enseguida… la futura madre sintió que se le salía! Fue rápidamente al cuarto del bebe. No podía pujar ya que no controlaba nada, ni podía contenerlo. La partera la agarro de las axilas por atrás, mientras las señoras ayudaron a acuclillarse a la mujer y en un grito que más bien fue alarido… salió el pequeño niño, llorando. Después de eso, con otra contracción, era la placenta. Fue todo muy rápido, después de un proceso de varias horas.

Todos se pusieron contentos, incluso el charro, quien orgulloso, reconocía según él sus rasgos en el rostro de la creatura, aunque está todavía estaba inflamada por el parto.

Paso todo, y el charro devolvió a la señora partera a su casa, sin decir palabra, pero cuando dejo a la señora en su casa, nuevamente se despidió de ella, le dio un costalito con monedas de oro y le advirtió a la señora que guardara lo que había pasado esa noche como un secreto, pues “no viviría para contarlo”.

Indignada y también estremeciéndose de miedo por tal advertencia, la señora se apresuró a meterse en su casa y cerró la puerta, asegurando con un polín su puerta. Espero a que se fuera el charro, esperaba escuchar las pisadas del caballo, pero no escuchaba nada. Pasaron los minutos y al poco rato se asomó para descubrir que el charro y el caballo no estaban. Como había hecho para irse sin que el caballo hiciera ruido?...

La confusión y el recelo por lo que había sucedido le duraron varios días a la señora, pues no sabía, si había soñado el suceso o realmente había sucedido. Sin embargo, el costalito con que le había pagado el charro ahí estaba, y no sabía qué hacer con esas monedas de oro, pues qué origen podían tener?

Después de varias semanas estaba como ausente, las vecinas la saludaban y la señora las miraba como extrañada, invadida por dudas y miedos. Así, llego el día en que platico con una vecina lo que había ocurrido aquella noche y después de persignarse la vecina le aconsejo que llevara las monedas a la iglesia y que no contara a nadie más lo que había pasado. La partera dicen que siguió el consejo, hay quienes la vieron dirigirse a la iglesia.

Sin embargo, a la mañana siguiente la señora ya no despertó de su sueño nocturno. Amaneció acotada, con los ojos cerrados, su cuerpo sin vida. Dicen algunos que se escuchó cabalgar al charro, pero no hay quien lo pueda asegurar. Lo cierto es que se cumplió la advertencia del jinete, quien le dijo que no contara sobre ese misterioso alumbramiento. Y del pago que le hiciera, tampoco se supo nada. Tal vez fue que el charro regreso por su dinero, quién sabe?

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